jueves, 20 de diciembre de 2007

Por ti, Inès : El Sacrificio de Abel Xirgù

"A Luis Tosar, mi Abel, despues de tanto joderme en sueños para que terminase esta historia, aca esta, para ti e inspirada en ti.". De una admiradora que te tiene ganas....muuuchas ganas.


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Fuertes pisadas en los escalones retumbaban en aquel viejo edificio. Tacones que pegaban con furia contra el maltratado mármol de los peldaños. Inés entro con furia al bufete de abogados, rápida y segura, haciendo flotar la muselina de su vestido blanco. Sin golpear, entro a la oficina del abogado Abel Xirgù y a la cara, le tiro un puñado de papeles picados que apretaba en su mano.

-Y tu que te crees desgraciado? Ayer deje clarísimo que no quería volver a verte. Por que me mandas notitas estupidas?

Abel, sorprendido mas no herido, miro a la mujer detenidamente: Sus ojos cafés echaban fuego, su boca roja y mordedora llegaba a palpitar del coraje, y la pálida tez que lo volvía loco lucia fuertes tintes rojos, los mismos que aparecían cuando esa misma mujer se corría apretada a el.


-Igual apareciste Inés.- respondió tranquilo, aun sentado, con los pies sobre el escritorio.

-Solo vine para dejarte en claro por segunda vez que esto se acabo, fueron solo algunas veces, nada mas. Aquí muere todo.

-Tu sabes que no quieres eso…

-Y que mierda sabes tu lo que quiero o no?

-Porque lo veo en tus ojos, además, se que si te cojo otra vez te vas a deshacer en mis brazos como siempre, murmuraras lo mucho que me deseas, me besaras y terminaras hasta con lagrimas en los ojos, al igual que la ultima vez.

-El deseo es algo efímero, va y viene con las calenturas y yo por ti solo siento una cosa. Odio.

Abel se paro tranquilo de su asiento, se acaricio suavemente el mentón y el bigote que cubría sus labios, tiro suavemente la cadena de su reloj, vio la hora y poso de nuevo la mirada el la palpitante figura de Inés, la que lo miraba con los ojos llenos de odio y rencor

-Y tú por que me miras así?

-Te ves tan hermosa cuando te pones furiosa...

-Mejor me voy, ya dije lo que tenia que decir. Date por enterado y por favor, dejadme en paz. Alberto llega mañana de Italia y le pediré que nos mudemos a Madrid para estar lo mas lejos posible de ti.

-Deberías dejar a ese gilipollas. No hace mas que hacerte sufrir

-El es mi marido y lo amo...

Se acerco a la temblorosa mujer y ubicándose detrás de ella, aprisiono el frágil cuerpo entre sus brazos y su cuerpo

-La que ama no se folla a otros más aun cuando estos son amigos de su amado...

Inés sabía que lo que Abel hablaba era verdad. Ella no amaba a Alberto, se había casado con el ilusionada, pero en los años que llevaban de casados el hechizo se había roto y se había encontrado atrapada en un infeliz matrimonio con alguien que estaba mas interesado en su trabajo y en humillarla que en hacerla feliz .

Aun mas muerta de coraje que antes, la mujer trato de zafarse de los brazos que la apretaban contra ese cuerpo que había lamido y rasguñado por horas hace algunos días atrás, chillo, pataleo, pero todo fue en vano, se vio sucumbida ante el cansancio y el deseo, el que era fomentado por los besos de Abel en su cuello.


Al amparo de la hora de almuerzo y las vacaciones de sus demás compañeros de bufete, Abel comenzó a subir el vaporoso vestido para poder acariciar a Inés entre las piernas. Aprisiono a la mujer entre su cuerpo y el escritorio y subió el vestido hasta la cintura. La acaricio y beso, mientras la mujer se apoyaba de los bordes del escritorio y se dejaba amar. Entre jadeos, mientras se apretaba contra ella, dijo:

-No ves que lo que te decía era verdad? Escapemonos d
e acá , vayámonos bien lejos , yo dejo a Piedad y te haré mía todos los días de esta forma...

-Abel, ya déjame por favor, suficiente...me quiero ir

-No, tu quieres que te folle no cierto?

Pronunciadas aquellas palabras, entro fuerte dentro de ella, provocando que el cuerpo de la mujer se arqueara hacia atrás, no tanto de placer, sino de dolor.

-Me haces daño Abel, ayyy!

-Sabes, siempre he creído que eres una masoquista. Desde el momento en que diste el si en aquella iglesia. Casarte con el desgraciado ese .Masoquista eres, disfrutas el dolor...

Inés rasguñaba la madera, apretaba los muslos y gemía con dolor, aumentando así la velocidad y profundidad de las embestidas de Abel. Se sabía con el miembro grande, mas de lo normal y sabia que de esa forma, le causaría dolor, pero al final terminaría pidiendo más, como siempre, porque Inés era así, Masoquista. Disfrutaba del sufrimiento fisico y mas aun de ese tipo, el que despues se convertia en gozo y disfrute.

Al final, ambos terminaron juntos, abrazados y extasiados. Siempre empezaban así, luchando, Inés sufriendo y Abel siendo cruel en sus movimientos. Arreglándose el peinado frente a un espejo, la mujer observaba de reojo a su amante, sentado en un sillón, aun con los pantalones en los tobillos, mirando al techo y fumándose un cigarro.

Que había visto en aquel hombre? No era la gran cosa; solo un poco mas alto que ella, el cabello lo estaba abandonando, grandes ojos café y un bigote de esos de moda, largo y abundante. Ella lo había conocido a través de Alberto, eran ambos amigos de infancia. Abel siempre había vivido en la sombra de su “genial” amigo. Alberto era el malo y Abel el bueno, Alberto sacaba malas notas y Abel era el genio del curso, Alberto se llevaba a las mejores chicas y Abel tomaba los restos. Alberto era el guapo, y Abel el desagraciado. Todos preferían a Alberto, Abel era la nada misma, y por eso lo odiaba, pero era odio oculto que disfrazaba de amistad sincera.

Ese odio se enervo mas cuando su “amiguito del alma” se caso con Inés, aun a sabiendas de los sentimientos de Abel hacia ella. A raíz de eso y para tratar de sepultar la frustración y rabia al respecto, tomo como esposa a una insulsa, pero acaudalada mujercita llamada Piedad, que lo trataba con respeto y distancia.

La relación Carnal entre Abel e Inés había comenzado unas semanas después de la partida de Alberto, hacia 3 meses atrás, pero la relación emocional había empezado de mucho antes, cuando este hacia de confidente de las desventuras de la pobre mujer.

-Me voy Abel, ya no nos veremos mas. Por favor, no me busques, ni llames ni me mandes mensajitos para que nos veamos, No quiero nada mas contigo.

-Inés, hazme caso, Vayámonos de aquí y hagamos vida juntos lejos de esta mierda de ciudad.

-Ja!, tu dejando todo esto por mi? Tu fabuloso puesto en este Bufete, tu mujercita perfecta y el apoyo financiero de tu suegro?. Noo Abel, tu jamás harías eso, el amor verdadero se hace en base de sacrificios, los cuales nunca harías. Además, solo muerto dejaría a Alberto

Antes de que el hombre mencionara alguna palabra, Inés salio raudamente del lugar.

Abel pensó en las palabras que ella había dicho y una quedo puntilleando su cabeza una y otra vez. Sacrificio. Sacrificaría todo por ella, no le importaba los negocios que perdería, ni la mancha en su reputación, ni el dolor que pudiese causar en Piedad y mucho menos la furia que pudiese desatar en su poderoso suegro. Inés era todo lo que siempre había querido, y sus logros laborales habían sido fruto de la rabia y frustración por no tenerla. Entonces una chispa se encendió en su cabeza y despabilo. Arreglo su ropa y salio velòz hacia la calle.

Por otra parte, Inés paseaba en auto por las calles de Barcelona. Alberto le había dejado chofer a su disposición y aprovechando aquello lo mando a que diese vueltas por la capital. Quería despejar su mente y dejar de pensar en Abel. El siempre había sido bueno y atento con ella, todo lo que su marido no era. Si, era infeliz en su matrimonio pero solo iniciaría una relación con el si Alberto le diese el divorcio, cosa muy difícil por su machista afán posesivo, o en el peor (o mejor) de los casos, si el muriese. Ella había dicho "Hasta que la muerte nos separe" y acataría eso al pie de la letra, por mas que el la maltratase u odiase.

Tenia claro lo que tenia que hacer, seguir adelante y mudarse de la zona con su marido, pero la atormentaba el pensamiento de que en verdad si sentía algo por Abel, que le importaba, que la excitaba, que de noche lo necesitaba y que se soñaba a si misma durmiendo entre sus brazos. Estaba mareada y confusa.

-Víctor, por favor, de la vuelta, quiero volver a casa.

Al llegar a casa, subió de mala gana al ascensor, mirando su triste reflejo en el espejo. Al llegar a su piso se encontró con Abel sentado en las escalinatas, con su sombrero "Fedora" en el regazo y mirando hacia la nada.

-Que haces aquí?

-Vengo a hablar contigo, mira, yo...

-Ya dije que no quería verte mas, por favor, vete

-No, Inés, no me iré hasta que me escuches. Yo…. yo no puedo olvidarte y estoy dispuesto a dejar todo por ti, todo.

-Aun así Abel, no puedo dejar a Alberto, solo si me diese el divorcio o si el muriese, de otra forma no...

-Inés por favor, no seas así conmigo, yo te amo sinceramente y podría hacerte tan feliz .Te necesito y pienso en ti en cada instante….y tu? También piensas tanto en mi como yo en ti?

Lo miro vencida,inclino el cuerpo hacia el y agarro con fuerza el veston del hombre.

-Yo igual, ahora mas que nunca...Tratè de sacarte de mi mente, de tirarte al olvido, me di mil vueltas por Barcelona tratando, pero me fue imposible, mas aun con tus jugos corriendo por mis muslos...

Se miraron con fuego en los ojos y se besaron frenéticamente. Terminaron haciendo el amor en la entrada del departamento, en la alfombra del recibidor, en la mesa del comedor y en el sillón de la estancia.

Sacrificio, pensaba Abel mientras Inés acariciaba su pecho, ambos desnudos acostados en la cama.

-Si, haría cualquier cosa por ti.

-Es en vano. Alberto vuelve mañana y ya no me veras mas. Haz cuenta de que fui un espejismo en tu vida, yo tratare de hacer lo mismo con tu recuerdo.

-No

-Abel, por favor, si.

Quiso decir algo más pero la mujer le cerró la boca de un apasionado beso. Subió arriba de el y lo abrazo con piernas y brazos con todas sus fuerzas. Durmieron aquella noche apretados en uno al otro y se despidieron a primera hora con pena y desazón.

-No te dejare ir así de fácil, Inés mía.

-Adiós Abel, fue lindo mientras duro. Disculpa si fui cruel contigo, solo fue un intento para sacarte de mi vida.

Le soltó la mano y cerro la puerta. A paso lento y cabizbajo, Abel volvió a su casa, no importándole lo que fuese a pasar ahí. Al abrir la puerta de su hogar, lo primero que encontró fue a Piedad, sentada, aun en pijamas, en el comedor.

-Y tu donde andabas?, te espere con la cena servida, después en pijamas hasta el amanecer...

-Estaba por ahí dando vueltas

La mujer se acerco a el y olio sus ropas. El perfume a mujer respondió todas sus preguntas

-Desgraciado... báñate y tira esas prendas a la ropa sucia.

Dio media vuelta y se encerró en su cuarto. Abel quedo parado tieso al medio del salón, retrocedió unos pasos y cayo rendido al sillón. Así paso todo el sábado, meditando, pensando en que hacer con Inés, mientras su mujer lo observaba con mirada inquisitiva y quemante.

Aquella noche, sentado frente al cristo crucificado de la salita, decidió que hablar con Alberto seria lo más sensato. A la mañana siguiente la pareja el mutismo absoluto, partió a misa a la parroquia de la zona y en las afueras del templo se encontraron con Alberto y su mujer.

-Tanto tiempo Inés!, que ha sido de tu vida.- preguntò Piedad

-Nada, aburrirme soberanamente mientras mi marido se encontraba en el extranjero.- respondió turbada , mientras esquivaba la mirada de Abel .

Ese día Inés se encontraba más bella que nunca, sus mejillas conservaban aun ese tinte rojo de los momentos de pasión que ambos compartían y el velo que caía por sus hombros le daba la apariencia de virgen perturbada de belleza sobrenatural.

-Abel, amigo!, tanto tiempo, como has estado, como te ha ido?

Alberto lucia mejor que nunca, el viaje a Italia le había sentado de maravillas. Su rubio pelo brillaba al sol y sus ojos azules se habían vuelto aun mas acerados

-Bien, bien, todo bien aquí.-respondió mordiendo las palabras.

-Tenemos mucho que hablar amigo, tengo tantas cosas que contarte.- susurrándole al oído.- las italianas no me dejaban en paz.

Aquello hizo que Abel quisiese borrarle la blanca sonrisa a golpes. Se contuvo y le dio una sonrisa fingida a su cruel amigo

-Si Alberto, tenemos muchas cosas de que hablar. Te parece mañana a las 6?

-Ningún problema, te esperare en el estudio. Ahora, entremos a morirnos de tedio con el viejo párroco.

Las parejas entraron a la iglesia, se sentaron en la misma banca y Abel quedo sentado al lado de Inés, la que miraba con ojos brillosos y tristes hacia adelante. La predica del padre fue efusiva y dura, sobre la inmoralidad que empezaba a reinar en España, sobre la perdida de valores familiares y la inmoralidad. Alberto se tragaba la risa, todo aquello le parecía exacerbado y divertido, mientras Inés bajaba la cabeza con culpabilidad y Piedad asentía cada palabra del padre. El discurso del religioso llego al peak cuando, con la cara roja de efusividad se puso a hablar de los 10 mandamientos.

-Y ahh! sin mencionar como los 10 sagrados mandamientos son pisoteados cada día! Gente que muere asesinada por su prójimo, robos por doquier, jóvenes que no respetan a sus padres y para que hablar de las infidelidades y fornicacion!

Inés apretó su libro de himnos y se mordió el labio, mientras Abel, mirándola de reojo reprimía las ganas de apretarle la mano y abrazarla.


Al terminar la misa, ambas parejas salieron juntas al exterior, se despidieron y se fueron cada una para sus respectivas casas

-Recuerda Abel, mañana en mi estudio a eso de las 6.

-No te preocupes amigo, ahí estaré.

Esa noche Abel no pudo dormir. Se la paso todo el rato sentado en la salita frente al cristo crucificado, pensado en sacrificios, los que serian en vano si Alberto no le daba el divorcio a Inés. Ya de amanecida, tenia claro lo que tenia que hacer, tranquilo pero temblando de pies a cabeza, se dirigió a la cama y cayo profundamente dormido.

El día transcurrió rápido y a las 6 de la tarde, estaba golpeando en la puerta del estudio de Alberto.

-Amigo!, bienvenido, pasa!

No respondió y entro a paso firme

-No extrañaba para nada España, solo mi estudio y tener a quien contarle mis aventuras.

Mirando a la nada, Abel respondió :

-Necesito hablar contigo de algo serio.

Sirviéndose un vaso de whisky, Alberto dio la media vuelta, le dio una sonrisa maquiavélica y dijo:

-Si es por lo de Inés, ya lo se todo.

Sorprendido y shockeado Abel balbuceo:

-Que ?

-Ella me contó todo después de misa, la pobre ya no daba más. Me hablo que se habían revolcado juntos, que quería estar contigo y del pastel que tiene en el horno

-Que cosa?

-El embarazo. Se ha enterado hace una semana. Que bien lo hiciste eh?, para serte sincero, jamás te creí capaz de semejante cosa. Tu siempre tan frío y correcto con tus cosas…

-Inés esta embarazada?

-Si, pero no te preocupes, ya le he conseguido cita para una partera que la sacara de este embrollo. Porque es un embrollo, no cierto amigo?

La crueldad de las palabras de Alberto enervaba a Abel al punto de la locura, hablaba con tanta frialdad sobre el hijo de Inés…SU hijo con Inés. Definitivamente no sacaría nada hablando por las buenas con el. Decidió entonces seguirle el jueguito

-Si, claro por supuesto

-No sabias?, pensé que ya te lo había dicho. Mira, al principio, me cayo horrible la noticia, mi mejor amigo y mi esposa , liados!. Pero bueno, después de descargar mi frustración...

-Como?

-Como crees tu? Pero bueno, la he hecho entrar en razón y después de una larga charla accedió a hacerse el aborto.

Miro a Abel que apretaba los puños, tieso en la mitad de la sala y pregunto

- Que pasa Abel?, por que esa cara? Mira que con esto te ahorrare mil problemas. Imagínate el follon que se armaría si se supiese esto. Gracias a dios, porque a pesar de todo, aun te estimo, te ahorrare la vergüenza y humillación, al igual que a Inés. Después de la operación nos iremos a vivir a Madrid y no la veras más.

Más decidido que nunca, Abel se apego a su plan B. Siguió fingiendo adelante de Alberto, agachando la cabeza y siendo el sumiso que siempre había sido frente a el.

-Si, tienes razón. Disculpa, no se en que estábamos pensando.

-Calenturas, solo calenturas. Te comprendo, Inés sabe levantar pijas como ninguna. Pero no te preocupes, ya no te engatusara más. Ya le di su merecido....

Ese animal había golpeado a Inés. Y no era la primera vez. A su mente volvieron imágenes de ella, algunos años atrás con el labio hinchado y marcas de dedos en el cuello. Apretó los dientes , trago saliva y dijo:

- Supongo que esto no cambiara nuestra amistad, no cierto?

-Por supuesto que no, como crees? Venga amigo, dame un abrazo

La presa voló hacia el cazador. En el momento de abrazar a su amigo, un puñal se deslizo de la manga derecha de Abel y termino enterrado en el hombro de Alberto. De ahí todo transcurrió en cámara lenta:


Alberto cayo de rodillas sorprendido y herido, miro desafiante a Abel el que se tiro hacia a el apuñalándolo sin piedad. Toda la rabia y coraje contenido por años, lo descargo pegándole a aquel cuerpo, cortándolo y desgarrándolo con saña. Al volver en si, se encontró bañado de sangre arriba del cadáver mutilado de su amigo. Se paro con prisa, corrió escaleras abajo hacia su Auto, saco de el una maleta y volvió a subir al estudio. Entro al baño del local, se desvistiò y se ducho, sacándose de encima toda la sangre que bañaba su piel. Al encontrarse limpio, se vistió, metió la ropa ensangrentada en la maleta y partió rumbo a casa de Inés. Al abrir, esta lo miro sorprendida

-Abel? que haces aquí a estas horas?, Alberto puede llegar en cualquier momento…

El la miro con detención, vio su labio hinchado y el pómulo al rojo vivo.

-El ya no volverá Inés...

-De que hablas?

-Puedo pasar?

-Si si, por supuesto

Entraron rápidamente al departamento y Abel, tomándola de los brazos , dijo :

- Alberto ya no te molestara mas...

-Que paso con el? , dime!

La observo con mirada desencajada y ella entendió todo. Horrorizada, dio media vuelta, miro hacia el espejo y viendo su reflejo dijo:

-Donde lo dejaste?

-En su estudio...Yo…

-Tenemos que hacer algo...

Camino hacia el living, mordiéndose el labio, pensando en la forma de hacer desaparecer a Alberto. Abel estaba pasmado, jamás hubiese imaginado esa reacción en Inés.

-Ya lo se! Vamos.

Tomo de la mano a su amante y partieron ambos al lugar del crimen. En el camino, Inés le comentó a Abel su plan, este escuchó tranquilo y atento. Al llegar al estudio, ambos actuaron con sangre fría, Inés ni siquiera sintió pena al ver a su marido tirado en el suelo en un charco de sangre, es mas, le pego un puntapié con fuerza en la pierna mientras lo observaba

-Ayúdame a envolverlo en esta tela Abel , por favor.

-Si...

Mientras movían el cuerpo, Abel miro a la mujer y pregunto

-Por que no me habías dicho que estabas embarazada?

-Porque había entrado en negación y desesperación. Me entere el jueves en la mañana. Ven, sujeta esto.

Lo miro con ternura y dijo

-Después hablaremos de aquello. Quiero que sepas que estoy muy feliz con esto y que jamás hable en serio cuando accedí al Aborto. Pensaba escaparme.

-Yo también estoy feliz, muy feliz…tendremos un hijo!....- respondió sonriendo

Ambos, enrollaron el cadáver en un grueso lienzo y con esfuerzo lo bajaron por el ascensor y lo metieron al auto. La primera etapa del plan era deshacerse del cadáver. Inés se devolvió a su departamento a buscar su auto, mientras Abel conducía con el cuerpo inerte de su amigo hacia un camino alejado que Inés le había indicado. Al llegar ella, ambos sacaron al muerto del lienzo, lo sentaron en el asiento del piloto y lo arreglaron tal que pareciese un accidente.

-Ahora Abel, tus documentos y el anillo.

-Toma...pero para que?

Lo miro agitada y al borde de la desesperación, quería acabar con esto lo más rápido posible.

-Hoy comenzara tu nueva vida, conmigo lejos de aquí, hoy Abel Xirgù morirá.


Comprendió todo en seguida. Le paso los papeles y el anillo de matrimonio. Ella los metió en el bolsillo de la chaqueta de Alberto y el anillo en su mano. Al estar listo, ambos empujaron el auto hacia el precipicio conjunto al camino.

-Eres libre Inés, Ahora serás mía...Mía!

Se abrazaron y besaron con pasión, caminaron hacia el auto y en el hicieron el amor desenfrenadamente. Luego, se dirigieron al bufete de Abel para proseguir con el plan. En el, dejaron escrita una lastimera carta de despedida, en donde Abel explicaba las razones de su suicidio.

-Sabes que Alberto mandaría a unos matones a golpearte?

-Lo supuse, el muy cínico no dejaría pasar esto así como así..

-Incluye eso en la carta. Que tenías problemas con unos matones y que tenían amenazados de muerte a ti y a Piedad. Que este suicidio fue un sacrificio por amor a ella. Tu honra quedara limpia y serás un héroe.

Al terminar la carta, partieron al estudio de Alberto en donde limpiaron hasta el mas mínimo rastro de sangre y a la alborada, Inés lo acompaño a la estación de trenes.

-Te quedaras en la casa de la playa y me esperaras allá. A lo que termine todo esto, iré a tu encuentro y partiremos a cualquier parte lejos de acá.

-Te amo Inés...

-Yo también Abel...cuídate y espéranos.

Se despidieron con un apretado abrazo y lo que siguió a eso fue todo un vendaval. El auto fue encontrado después de las 12 del día siguiente, todo carbonizado. El cuerpo encontrado adentro era irreconocible y fue llevado al tanatorio de la ciudad. La policía rastreo la placa y dio con el Nombre de Abel Xirgù. Se le dio aviso a Piedad y esta en compañía de su padre fueron a reconocer lo que quedaba del cuerpo. Ella se negó a mirar, así que el padre hizo el reconocimiento

-Pero no queda nada de el, como sabremos si es Abel o no?. Fácilmente podría ser cualquier otra persona.

-Sobre eso mismo quería hablarle, con el cuerpo se encontró este anillo de matrimonio...

El legista le acerco una bolsa a Don Alfonso, este saco el contenido y observo la argolla. Sorprendido a mas no poder, devolvió el anillo a la bolsa y miro a su hija

-Y papà? es el o no?

-Pues si, es su anillo. Esta grabada la fecha del matrimonio y el nombre de Ambos. Lo siento hija mía...

Piedad se deshizo en llanto, tanto así que tuvieron que llamar a un doctor para calmarla.

-Pobrecita ella, acaba de enterarse que su marido falleció.

-Pobre mujer, debe estar destruida porque perdió al amor de su vida.- murmuraban las enfermeras al pasar frente a ella.

Lo que estas no sabían era que Piedad no lloraba por la muerte de Abel, sino porque el futuro que le esperaba era solitario y oscuro. Nadie se casaría con la hija amargada de Alfonso Bastin. Se quedaría viuda y sola de por vida.

La investigación sobre la extraña muerte del abogado Barcelonés Abel Xirgù concluyo cuando al día siguiente, en su despacho se encontró la carta de suicidio, explicando las razones de este: "Una fuerte depresión, problemas económicos y amenazas graves contra su familia.”

Se hablo del noble sacrificio del abogado, en diarios en las plazas, en todas partes. El funeral fue concurrido y al el asistió Inés vestida de impecable Negro.

-Lo siento mucho Piedad, Abel era un buen hombre.

-Si , si, nunca me hablo de los problemas que tenia, el era un hombre muy reservado…

Inés asintió con la cabeza y escucho la misa en total silencio, pensando en que estaría haciendo Abel en ese momento. En el entierro permaneció apoyada a un árbol, lejos de la gente, sonriendo. Mientras bajaban el féretro vio en el, ser sepultada la antigua vida de ambos, tambien vio nacer una nueva juntos , la que vendría a ser ensalzada con el nacimiento del hijo que se gestaba en su vientre. Al terminar el sepelio, Inès volvio a darle el pèsame a Piedad, la abrazo, beso y se fue. Al alejarse la mujer, Piedad reconocio al fin el perfume con el que su esposo llegaba impregnado todas las noches.


-Esa maldita....Ella! ella fue!.- chillo la viuda con los ojos llenos de lagrimas, pero no de pena, sino de rabia. Le habìan visto la cara, su esposo y la que consideraba una "estimada amiga".


La semana posterior al funeral, Inés partió a Mallorca a reunirse con su amado, no sin antes dejar en claro a su entorno el motivo de su ida

-Alberto me ha dejado por una italiana. Ha tomado todas sus cosas y se ha ido. No quiero seguir viviendo aquí rodeada de sus recuerdos, me voy a Mallorca y de ahí quizás donde.

-Pobrecita niña mía, que desgraciado este tipejo, después de tantos años de matrimonio, cambiarla por otra. Váyase de aquí y comience una nueva vida. Es joven y aun puede encontrar a otro que si la merezca. Suerte en todo y vaya con dios - le dijo Rosario, la vecina del piso de abajo.

Al llegar a la casa de la playa, después de un largo viaje encontró a Abel, sin camisa y con el pantalón arremangado mirando hacia la playa. Se acerco en silencio, lo abrazo por la cintura y le susurro al oído:

-Ya todo ha terminado…Nada ni nadie nos separara. Soy tuya para siempre

Sobresaltado y rebosando de felicidad, el se dio vuelta y mirando con los ojos húmedos a la que seria su mujer dijo:

-Inés!, vida mía!, ya estas aquí!!. Por fin!...por fin.

Se fundieron en un abrazo y después en copula incesante y frenética. Al mes ambos eligieron como destino final, establecerse en Mikonos, Grecia, en donde nació la hija de Ambos, Esperanza, 7 meses después de mudarse ahí, un 22 de Abril de 1910.

La vida de ambos transcurrió en paz, salvo en las noches cuando el recuerdo de Alberto ensangrentado perturbaba el sueño de Abel. Pero a el no le importaba, mientras encontrase a Inés al lado suyo, durmiendo placidamente, todo le daba lo mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya encontré el blog de casualidad y no he podido parar de leer hasta que lo he terminado realmente son muy buenas historias.

Un saludo

Ivovich dijo...

Llegué aquí a partir de Flickr... entré a ver si tenías fotos nuevas, pues hace tiempo que no había visto nada.

Un link me guió aquí y en lugar de encontrar fotos encontré un relato que me hizo imaginar a la protagonista de las fotos en Flickr como Inés, gozando y haciendo gozar con el calor de su inigualable cuerpo a cuanto lector curioso que estuviese dispuesto a soñar.

Graciss por eso. Buen relato.