lunes, 26 de noviembre de 2007

Soy tu dueño, Aurora. Capitulo II


El tic-tac del reloj retumbaba en los oídos de Aurora y aumentaba el dolor de su cuerpo. Había sido desgarrada por la bestialidad del hombre que amaba. ¿Por que lo amaba?, no lo sabia, lo que si sabia es que ese hombre prendía el fuego en ella y que sus miradas la derretían. Lentamente se paro de la cama, afirmando la toalla húmeda contra su sexo que aun sangraba, camino con dificultad hacia el baño, en donde echo a correr el agua de la tina, para bañarse. Se saco lentamente el vestido, se desabrocho con dificultad el corsé y siguió con la ropa interior hasta quedar completamente desnuda. Probó el agua y la encontró ideal, helada, para apagar el fuego que llevaba dentro.

Al sumergirse en el agua, se sumergió también en sus recuerdos.... ¿Como eran las primeras citas con aquel desconocido al que habían elegido como su prometido?..Ah si... El llegaba a eso de las 4 de la tarde a la Casona que alguna vez el le quiso arrebatar a doña Clarita, en el cerro Concepción. Lo recibía su futura suegra, llena de elogios y atenciones y lo hacia pasar al living. Doña Clarita llamaba a su hija por la escalera y esta bajaba al principio rápidamente, por la emoción, y a mitad de camino alivianaba el paso para no verse tan desesperada. Caminaba por el vestíbulo y saludaba a su prometido. Un beso en la mejilla, rápido y seco, pues la madre estaba vigilándolos en ese entonces. Pasaban al living en donde se sentaban en sillones diferentes, mas o menos alejados, y hablaban de diferentes cosas

-Hoy he ido con Mamá a ver los barcos españoles arribar al puerto.- decía Aurora

-Mira tu, cuando nos casemos te llevare a viajar en ellos, has viajado alguna vez fuera de Chile?

-No, nunca, es mas, ni siquiera he salido de la región.- respondía sonrojada la muchacha

-Pues yo te llevare de viaje, para luna de miel nos iremos a Italia, te parece?

-¡Si, si! quiero!!

Las promesas de aquel hombre emocionaban a Aurora, pero no mas que las miradas y sonrisas que el le dedicaba, las cuales no eran dulces, es mas, estaban llena de maldad, pero a ella le encantaban, la subyugaban y la erotizaban.


El trato entre ellos fue distante al comienzo, por la constante vigilancia de Doña Clarita, pero al ella ceder a las indirectas de Armando, empezó a dejarlos más tiempo a solas. En esos ratos, Aurora pasaba a ser la inocente presa y Armando, el feroz lobo hambriento. Ella ya no se sentaba en el sillón de al frente, se sentaba al lado de el y el la agarraba del cuello suave, pero firmemente, acercándola a su boca para poder comérsela

Esos eran los momentos favoritos de Aurora, la cual gemía mientras el la besaba con pasión, introduciendo su lengua dentro de la dulce boca de su futura esposa. Esos gemidos provocaban que Armando la apretara contra si y que aumentara la pasión de sus besos, llevándolo al límite de la excitación. Aurora, cuando se percataba de que el asunto podría pasar a mas, se escabullía hacia un lado o se paraba para ir a la ventana y le decía:

-Antes de casada no, Armando, por favor

Y el quedaba estático en el sillón, con el fuego en el cuerpo y furioso por no poder saciar sus ansias con la que se casaría en unos meses mas. Entonces se paraba, tomaba su bastón, su sombrero y abrigo y se marchaba tirándole un frío "Adiós" a Aurora.

¿Donde iba el?, a donde pudiese descargar su pasión sin restricciones, a cualquier prostíbulo decente que estuviese abierto. Tomaba a la prostituta mas joven, buscando un leve parecido a Aurora en ella. La llevaba a tirones al cuarto en donde la tomaba con furia animal, con los ojos cerrados y tirándole el cabello.

Aurora en su candidez aun adolescente, imaginaba lo que hacia su prometido después de sus ardientes visitas y para evitar que el corriese a las piernas de las prostitutas del puerto, decidió ceder un poco. A la siguiente visita, al comenzar Armando a besarla, lo dejo excursionar debajo de su falda. Ella se recostaba sobre el sillón, separaba un poco sus piernas y el hacia el resto. Se acomodaba al lado de ella, y su mano empezaba a tantear terreno, acariciando firmemente los suaves muslos. Después, al subir los besos de intensidad, las caricias hacían lo mismo. Armando lentamente acariciaba el sexo de Aurora, abriéndose paso con los dedos hacia adentro, donde tanteaba suavemente su virginidad, mientras esta gemía de placer y dolor.

Con cada visita se ponían más atrevidos...una tarde, Armando entre besos y caricias, bajó, besando los pechos cubiertos, el torso encorsetado y el vientre desnudo, hacia el sexo de Aurora, el cual beso con pasión, lamiendo su dulce elixir. Ella, gemía, apretaba los almohadones del sillón y se contorsionaba mientras el se deleitaba con las reacciones de la muchacha, se reía y seguía con su tarea, disfrutando el manantial que salía de ella y como aquel botoncito de carne se endurecía entre sus labios, todo hasta que ella, entre jadeos ahogados y movimientos violentos , llegaba al orgasmo.


Después era el turno de Aurora. Armando se sentaba en el sillón, abría el cierre de su pantalón y tomando la mano de Aurora, la introducía dentro. Ella estaba maravillada, tocaba, sentía y disfrutaba ver la cara de placer de su amado mientras ella, lentamente movía la mano de arriba hacia abajo afirmando fuertemente el sexo de Armando. El, por mientras, la agarraba como antaño del cuello y la besaba, sintiendo ella en sus labios, el dulce sabor de sus fluidos. Los movimientos con cada beso iban in crescendo, hasta que Armando explotaba, mordiéndole los labios entre gemidos apagados y miradas de deseo.

Así eran sus citas, apasionadas y lujuriosas, pero no pasaban a más. Ella se entregaría a el cuando estuviesen casados, antes no. Pero no fue así, esa tarde, las caricias no fueron suficientes para Armando, y en un ataque de locura pasional, la subió a la fuerza hacia su cuarto y la desvirgo con furia. "Hubiese querido que me hiciese el amor, que me besara durante el acto igual como el besaba mi sexo en las citas vespertinas", pensaba Aurora mientras sumergía la cabeza en el agua.

Pero aun así habiendo sido su primera vez tan brutal, al vestirse para acostarse, los recuerdos de aquella tarde inundaron la cabeza de la joven, llevándola a tocarse mientras recordaba a Armando arriba suyo, embistiéndola, desgarrándola y repitiendo su nombre con la respiración agitada...

-Aurora, Aurora...


Fin Capitulo II

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