viernes, 16 de noviembre de 2007

"Anuari" Capitulo II ( VII al XII)

En la oscuridad de mi pensamiento veo surgir
tu imagen envuelta en el misterio de la
muerte, con la pavorosa aureola de un mas
alla desconocido. Te Ilamo, toda el alma reconcentrada
en ti; te llamo y me parece que
se rasgan las sombras a tu paso alado, como
el de ave herida en pleno vuelo.
Cuando comprendo que no te vere jamas,
una onda de angustia me sube del corazon,
envolviendo mi cerebro en un vertigo de catastrofe,
en un ansia de masacrar la belleza de
la vida.
Eres tan fuerte y hermoso, con tu cara serena
y tu frente mirando ai cielo.
Anuari. La pena no enloquece, la pena no
mata; va ahondando en el alma como un cuerpo
de plomo en una tembladera infinita. Asombrada
escucho en las noches el eco de mi voz,
que te busca aguardando una respuesta. La
negra verdad me hiere con saña. ¿Acaso tu
espiritu ha muerto tambien? ¡No; no! Como es
posible que tanto vigor, energia de astro, vaya
a perecer en el hielo eterno?




Desde que te fuiste, mis ojos y mis oidos
estan acechando tu imaqen .... tus pasos; estan
tendidos hacia la muerte en fervorosa espera
de resurreccion.
Y en los dias grises, cuando sopla viento
helado, te veo con los ojos del alma surgir
blanco de tu blanco sudario, transfigurado por
la serena, santa caricia de la tierra
Y cuando el sol derrocha diamantes sobre
el mundo, entonces te aspiro en todas las flores,
te veo en todos los arboles, y te poseo
rodando, ebria de amor, en los cespedes de
yerbas olorosas.
Y cuando la luna da su humilde bendicion
a los hombres, te veo gigantesco, destacarte
en un afilado rayo; te veo enorme, confundido
con lo inmortal, desparramando sobre el mundo
tu indulgencia, aliviando la desesperacion;
de tanto naufrago dolorido; te aspiro en el
ambiente, te imagino en el misterio, te extraigo
de la nada.
Me parece que el mundo fue hecho para
ayudarme a evocarte, y el sol, para que me
sirviera de linterna en la escabrosa ruta.



Con la cabeza reclinada entre los brazos, en
un afin de dormir, repito, como los niños, una
oracion: tu nombre.
Si, Anuari, tengo sueño, mucho sueño, ese
mismo letargico sopor que turbo tu alma antes
de cerrar los adorados ojos para siempre.
Como una oracion, desgranan silaba por silaba
mis labios tu nombre, y mis manos se
tienden desmayadas, buscando el tibio nido
de tus cabellos, para esconderse y morir.
¡ Anuari, Anuari!
Como de una fuente que hierve brotan de
mi pecho las quejas y las suplicas. Todas van
a perderse en el caos, sin llegar tal vez a ti.
Es horrible, y no comprendo como mi cuerpo
no sucumbe a1 peso de tan ruda carga.
La vida sin ti cs una tetrica cosa, que arrastro
como un harapo innoble.


Las horas caen como goteras de plomo en
un pàramo; se van a tu encuentro, y yo me
quedo; me quedo sombria, taciturna, envuelta
en negro hastio, como en una malla de hierro.
Dos meses hoy, criatura mia, que bajaste a
una caverna de piedra, llevandote en el Corazon
paralizado hasta mi deseo de llorar.
¡Ya dos meses! Sin morir vi como entraban
tu ataud por la puerta del Cementerio; por
esa puerta con fauces de chacal, que no se
abre jamas para Ias almas que la atraviesan
dormidos.
En estos dos meses no has tenido otra caricia
que aquellas tan leves y timidas de mis
flores, mis pobres flores, que son la unica prueba
de amor, la ofrenda santa que temblorosa
de pena, mi alma deposita sobre tu cadaver.
Dos meses. Mis manos pordioseras de caricias
tratan de arrancar de tu ataud una ternura;
pero la madera, avara del tesoro que
encierra, se hace rigida, como un ser que no
ha sufrido.

¡Nada, Anuari mio! Solo llegan a1 fondo de
tu foso, muy apagadamente, como de una
jauria lejana, los ruidos del mundo, el confuso
vaiven de los hombres, de esas sombras movibles,
que no saben de donde vienen y para
donde van, porque tienen miedo de averiguarlo.

Dos meses hoy que te fuiste. El reloj palpita;
su tic-tac pisotea mi cerebro? destruyendo mis
pensamientos, con sus pasos lùgubres hacia la
mentirosa Eternidad.
Dos meses, y ya no sufro de tanto sufrir.



Se mueven las cortinas y tiembla la luz.
Con toda intensidad pregunto a la noche si
eres tu el que anima esas cosas.
Anuari.
De espaldas sobre mi cama, solo el furioso
golpear de mi cornzon dentro del pecho.
Todo lo que me rodea ests empapado de
misterio. Los muebles hablan entre si de tragicos
secretos; las puertas se quejan de sus
umbrales siempre enigmaticos, a la espera de
alguien que nunca Ilega; y en la lampara me
parece adivinar una muda desesperacion.
Los retratos me miran con una desgarradora
expresion de pena. ¡Anuari, Anuari! Ya
se que mi grito se pierde sin eco en el impiadoso
abismo de la nada, pero para no sucumbir
no puedo dejar de llarnarte, aferrada a una
ilusion que no existe.



Como de costumbre, hoy fui a verte; era
tu dia, el dia de todos los dormidos eternos.
Cubri tu atadd de rojos claveles, e imagine
que su fragancia atravesaria las maderas e iria
a darte un escalofrio de dulzura.
Con la cabeea apoyada en el feretro pensc
profundamente en ti.
Una olimpica serenidad revistio de alba
tunica mi alma, apagando toda su amargura.
No hubo desesperacih en mi dolor.
Comprendi, amor mio, que para mi la gran
puerta al infinito estaba abierta de par en par,
abierta por tus manos sublimizadas.
Vi, tambien, que poseia alas capaces para
emprender el regio vuelo del encuentro, y
entonces me senti consolada.
Oculta en tu feretro esta la llave de la gran
puerta: tu la guardas en tu diestra. Cuando
me agobie la lucha miserable ire a buscarla.
Abrire tu mano con el beso de una madre que
despierta a su hijo, y, enlazandola a la mia,
marcharemos juntos hacia el sol, en busca de
su bendicion nupcial. Iremos, inmortales hijos
de la luz, en pos de la irradiacion de los astros
para coronar nuestras cabezas transparentes.
Marcharemos extaticos, serenos, gloriosos,
como una sola llama azul del alma del Creador.
al son de acordes magistrales, que entonarà
nuestra Reina Naturaleza.
Nos deslizaremos por los Iimpidos espacios,
sublimes de bondad, cantando un resurrexit
eterno.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
AI contacto de tu ataud, mi frente palidece
y miran mis ojos en busca de la gran puerta.

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